Llamar a Dios en términos de género neutro: Una respuesta teológica
Llamar a Dios en términos de género neutro: Una respuesta teológica
"Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados". (Romanos 8; 14-17)
Amados en Cristo:
Son convulsos los tiempos en los que vivimos; sin temor a equivocarme, puedo decir que quizá sean los momentos de mayor perplejidad a los que ha asistido la humanidad en los últimos cincuenta años. La explosiva presencia del relativismo como tendencia generalizada en nuestra sociedad, arraigado ya de tal manera en nuestra cultura caracterizada por el narcicismo y el hedonismo, no ha dejado indiferente a la Iglesia de Cristo en cualesquiera de sus expresiones católicas.
Bien sabemos que la mortífera pócima relativista, condimentada por el mismo demonio, enferma al ser humano al hacerle creer la mentira de la antigua Serpiente: "seréis igual a Dios". El hombre, envanecido en su propio "yo", traza su oportuno camino y, alejado de los preceptos de la Sagrada Escritura, se aparta de la verdad, prescinde de la Revelación Específica y se erige un dios a su imagen y semejanza.
Hace poco hemos recibido la noticia de que el Sínodo General de la Iglesia de Inglaterra, —entre otros aspectos igualmente cuestionables—, contempla la posibilidad de dejar de referirse a Dios en género masculino, todo en pro de desarrollar un lenguaje más inclusivo en la liturgia.
Y pregunto, ¿es necesario ignorar la Tradición Apostólica para mantener contentos a unos poco entendidos o quizá iluminados neocristianos? ¿Desde cuándo llamar a Dios, Padre, ha sido un problema para la cristiandad?
Es verdaderamente penoso y teológicamente preocupante que, a dos mil veintitrés años de nuestra Fe, se sirva esta lisonja en adulación de aquellos que fomentan las ideologías posmodernas más sonadas y oscuras que cunden nuestro día a día.
La soberbia —el mayor de los pecados— es el vino cegador de los que hoy se atreven a ir en contra de la Sagrada Escritura, de las Palabras de Cristo, del testimonio apostólico, la Tradición, la Lógica y la Experiencia cristianas, a tales magnitudes de una falta de sentido común e insensatez sin precedentes.
Vemos aquí el doble lenguaje y el uso de verdades y mentiras mezcladas, como siempre se presentan las herejías. Cierto es que Dios es espíritu, más, por encima de cualquier conclusión que podamos llegar al respecto, NO PODEMOS negar el hecho contundente de que Dios ha querido manifestarse y ser llamado Padre, con todo lo que ello significa. La imagen del padre ha sido y es la correcta para expresar la distinción entre el Creador y la criatura, la soberanía de su acto creador.
Esta verdad fue confirmada por la boca de Cristo, el Verbo, la Palabra salida de Dios, la Imagen del Dios vivo, el Resplandor de su gloria, notemos, "la Imagen". Cristo vino a la tierra y lo hizo como un hombre, varón. En el principio Dios hace al hombre a su "imagen y a su semejanza" y lo hace varón. Esta descripción de la creación hasta hace muy poco fue interpretada literalmente, a las sombras del modernismo teológico ha sufrido cambios, pero debemos quedarnos con el mensaje global.
Luego vendrá la mujer, que sacará Dios de la costilla de Adán. Sin entrar en tecnicismos, al parecer el inspirado autor nos da a entender que Eva tuvo un surgimiento posterior. No podemos delimitar márgenes de tiempo; tampoco es necesario. Con esto no quiero decir que por tal razón la mujer sea inferior al varón; no, cuidado; el hombre —ya sea hombre o mujer— es persona igualmente; en efecto, ambos han sido creados a imagen y semejanza del Dios personal. Sólo intento apuntar que Dios el Padre, deja ver la primera chispa de su semejanza en el varón. Es como si desde el principio quisiera dejar clara las cosas, para que no queden dudas. No rehúsa ser llamado padre, y en Adán nos deja ver la estela de aquello que posteriormente los hombres definirían como masculinidad.
¿Qué vemos en todo esto? Que en el hombre-varón da a ver un esbozo primario de su imagen, con todo lo que ello nos orienta. No ignoro que este Dios que se manifiesta como Padre y quiere ser llamado así, en su trato con los hombres y mujeres nos ha dado a ver atributos maternos; de la tercera Persona de la Trinidad tendríamos mucho de qué hablar.
No obstante, si aplicamos en cada uno de aquellos textos que nos presentan a Dios con atributos femeninos, las reglas más elementales de la interpretación bíblica, rápidamente nos percataremos de que nos encontramos frente a figuras retóricas de carácter simbólico o analógico mediante las cuales somos ayudados a comprender la dimensionalidad de un Dios todopoderoso que es al mismo tiempo tierno y amoroso.
Entonces, ¿por qué un asunto tan claro como este parece ahora levantar ampollas? Se trata de un intento más de borrar a Dios, diluirlo, desconocerlo, relativizarlo, alterarlo y por último abandonarlo. Es la pérdida de la identidad de nuestra fe a escalas gigantes, la Iglesia alejándose cada vez más de Dios, tomando a Dios y rompiéndolo y haciendo de Él una metáfora inconsistente e indefinida, muy propio de estos tiempos, donde todo aquello que transmite una verdad absoluta molesta. Esto es peligroso, ya que todo lo que se relativiza sin necesidad comienza a correr el riesgo de no necesitarse.
Comparto algunos pasajes bíblicos que dejan claro mis argumentos. La Comunión Anglicana Mundial podrá revisar el Libro de la Oración Común, podrá cambiar allí lo que quiera, pero la Biblia, ¿qué hacemos con ella?
"En aquella ocasión Jesús exclamó: Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado". (Lc 10,21-24)
"Mi Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo se lo quiera dar a conocer." (Mateo 11:27)
San Juan 17, 1-11a: "Padre, ha llegado la Hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti".
Jesús nos enseña a decir Padre, a llamar Padre al Todopoderoso, al Creador de los mundos, al omnipotente, al Supremo Hacedor de todo lo visible e invisible… así sin más, llana y sencillamente, "Padre".
¿Quiénes somos nosotros para decir de aquí en adelante como debemos llamar a Dios? ¿Qué haremos con la Oración de las oraciones?
"Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo".
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal. Amén".
"Todos los Santos han saltado de gozo ante la idea de llamar a Dios, Padre". Nosotros nos hemos acostumbrado tanto a esta forma de rezar que sale de nuestros labios de la manera más rutinaria e indiferente, sin pensar que ante esta palabra nuestro corazón debería quedar extasiado e inundado de gozo, y como nos dice Schurmann: "Esta forma de dirigirse a Dios no es tan evidente como alguien podría suponer. Hacía falta que Jesús nos diera su permiso y nos alentara para invocar a Dios con esta palabra "Padre", tan íntima y familiar".
Y aún hay más, porque en el comienzo de Padrenuestro, Jesús emplea un vocablo que jamás se había dirigido a Dios: Abba.
Abba es el nombre que el niño pequeño dirige a su padre. Jesús usa siempre esta palabra y esa es la que coloca al comienzo de la oración y con ella nos introduce en una familiaridad con Dios que jamás nadie pudo imaginar.
Es la total confianza. Dios no es para nosotros solo un Padre; es lo que es el "papá" para el niño que empieza a balbucear.
Entendamos, un cambio como lo es este nos llevaría a reconsiderar otras cuestiones que están imantadas teológicamente con la imagen de Dios como padre. Las religiones paganas que circundaban a Israel adoraban a deidades que conformaban una pareja masculina y femenina. El monoteísmo judeocristiano, por el contrario, ha identificado, ya sea en el pueblo de Israel como en la Iglesia, a la esposa de Dios. En toda la historia de la salvación se realza el misterio del amor que Dios siente por su pueblo, como si del amor de un hombre hacia su esposa se tratara. Por lo tanto, partiendo desde este punto de vista que tiene fuertes fundamentos en la Santa Biblia, la imagen femenina va a ser proyectada siempre sobre Israel y la Iglesia.
Hago un llamamiento de atención a todo el pueblo cristiano: tengamos cuidado. Bien sabemos que ninguna afirmación que tenga lugar en el espacio litúrgico quedará sin repercutir en la teología: "dime como adoras y te diré como crees". Tarde o temprano un absurdo dará lugar a otro; dicho de otro modo, un pretexto sin fundamento conduce a la herejía. No pensemos que estas cosas son hechos aislados, no es así; hoy todo paradigma molesta y quiere ser dinamitado.
Todo esto de llamar a Dios en términos neutros porque molesta referirse a Él en género masculino, puede ser sólo el comienzo de un camino que termina en el lado contrario, en verle como una madre. De hecho, esto no es nuevo.
Notemos que todos los que gustan de exponer estas supuestas verdades escondidas de Dios, nunca van a observar la globalidad de la Escritura ni mucho menos la tradición apostólica. Centrarse en que Dios es espíritu les encanta, y es cierto, pero poco hablarán del Dios que se encarna y se hace hombre-varón.
Esto nos lleva a la querencia de una teología etérea, espiritualizada, vana y poco a poco pagana. "Notemos las coincidencias con la Fe gaiana, llaman a Dios con un nombre femenino, Gaia. Los gaianos afirman que "somos parte de la naturaleza y la naturaleza es parte de nosotros, por lo tanto, Dios es parte de nosotros, y Dios está en todas partes, y todo es Dios". En realidad, Gaia es un renacimiento de la "diosa de la Tierra" que se encuentra en muchas religiones paganas antiguas. El actual culto de Gaia es una astuta mezcla de ciencia, paganismo, misticismo oriental, wicca y feminismo".
Hace un par de años vimos como Gaia fue llevada en andas al Vaticano en una de sus antiguas figuras, la Pachamama; allí se le rindieron los honores debidos a la madre tierra, véanlo, la madre tierra. Siendo la tierra lo más común que tienen todos los seres humanos, es muy fácil convencerlos que terminen juntos en un canto de adoración a quién les sostiene y da su fruto. Por lo cual, hermanos, la apostasía hizo su entrada sin ningún disimulo. La veneración del símbolo pagano de la Pachamama en los jardines del Vaticano, en la basílica de San Pedro y en la iglesia romana de Santa María en Traspontina, fue, de cierto modo, el debut de la nueva diosa que prepara a la humanidad para la Gran Religión Mundial.
—"No nos debe asombrar el número de los prominentes líderes ambientales, políticos, científicos y religiosos que profesan una creencia literal en Gaia. Los gaianos parecen haber infiltrado todos los niveles de poder en las Naciones Unidas y haber ascendido a posiciones prominentes en muchos gobiernos.
Se podría percibir correctamente como el culto más peligroso y tortuoso en la faz del planeta, ya que los seres humanos son identificados como violentos abusadores del planeta, quienes ponen en peligro el organismo como un todo, "como si la raza humana fuera un cáncer". ¿No les suena todo esto? En su último libro, La venganza de Gaia, James Lovelof afirma que Gaia está completamente despierta y está enojada. Lovelock escribe:
"Así como el cuerpo humano usa una fiebre para combatir una infección, Gaia está elevando su temperatura para expulsar a un parásito dañino: los humanos".
Curiosamente, la climatología fue la primera rama de la ciencia que apoyó activamente la teoría Gaiana. La hipótesis de Gaia, ausente de las connotaciones espirituales, ahora ha sido aceptada en la ciencia convencional y renombrada la Teoría de Gaia. Puede encontrarse en la mayoría de los libros de texto sobre ciencias ambientales.
"Los Gaianos enseñan que la Tierra Divina debe ser protegida de todas las amenazas, no importa cuál sea el costo. La Evaluación Global de la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas, se refiere explícitamente al cristianismo como una fe que ha separado a los seres humanos de la naturaleza y despojado de sus cualidades sagradas.
El actual movimiento feminista también ha acogido calurosamente el concepto de una Diosa Gaia. Para muchos de estos defensores, una parte integral de la adoración de la Diosa es su tema predominante de declaraciones anti-masculinas. En esta visión filosófica del mundo, ya que el culto a la Diosa es bueno, entonces, por necesidad, cualquier uso de la terminología masculina en referencia a Dios o cualquier prominencia de los hombres en la cultura o la sociedad es generalmente desalentado".—
Creo que es suficiente para darnos cuenta qué está sucediendo a nuestro alrededor; la persecución no deja de ser religiosa, lo terrible del momento es que las expresiones cristianas históricas parecen rendirse indiferentemente ante este discurso, de manera que hay un acoso destructivo del cristianismo por el pseudo cristianismo, filantrópico y paganizado.
En el caso de la ya citada Comunión Anglicana, todo este malestar viene resonando desde el 2018, cuando la mujer obispo, anglicana Rachel Treweek, planteó que los no cristianos podrían sentirse alejados de la Iglesia si sus declaraciones públicas usaban únicamente un lenguaje masculino para describir a Dios. Fue la primera vez que escuché tal insensatez. Es risorio y al mismo tiempo comprensible a la luz de lo que intento hacerles ver.
Vienen a mi mente las grandes mujeres de la Biblia, las grandes santas de todos los tiempos. Reconozco que la mujer es llamada a servir a Dios y gozarse en su presencia, pero no corresponde a una mujer decidir en estos asuntos; lo que Ruichal Triwi propone es tan descabellado, antibíblico y anticatólico, como el mismo oficio que desempeña en su condición de mujer.
No es un secreto para nadie que, según la tradición apostólica y universalmente aceptada, las mujeres no están llamadas a ser obispos.
Esto no se trata de machismo; cierto es que la actitud de Jesús respecto de la mujer contrasta fuertemente con la de los judíos contemporáneos, hasta un punto tal que sus apóstoles se llenaron de maravilla y estupor ante el trato que les brindaba (Juan 4,27). Así:
- Conversa públicamente con la samaritana (Juan 4,27).
- No toma en cuenta la impureza legal de la hemorroísa (Mateo 9,20-22).
- Deja que una pecadora se le acerque en casa de Simón el fariseo e incluso que lo toque para lavarle los pies (Lucas 7,37).
–perdona a la adúltera, mostrando de este modo que no se puede ser más severo con el pecado de la mujer que con el del hombre (Juan 8,11).
- Toma distancia de la ley mosaica para afirmar la igualdad de derechos y deberes del hombre y la mujer respecto del vínculo matrimonial (Mateo 19,3-9; Marcos 10,2-11).
- Se hace acompañar y sostener en su ministerio itinerante por mujeres (Lucas 8,2-3).
- Les encarga el primer mensaje pascual, incluso avisa a los Once su Resurrección por medio de ellas (Mateo 28,7-10 y paralelos).
Por tanto, si Él hubiese querido las habría llamado a ellas para el ministerio episcopal, pero no lo hizo. Es inconcebible pensar que lo hiciera por machismo, los usos de su pueblo no representaban un obstáculo para Él.
Los apóstoles siguieron la misma praxis, llamando sólo a varones. Y esto a pesar de que María, la madre de Jesús, seguramente ocupaba un lugar central en la comunidad de los primeros discípulos; pero cuando llegó el momento de cubrir el lugar de Judas, eligen entre dos varones.
Ahora podrán pensar que me estoy saliendo del tema y no es así. Ruichal Triwi, al imputar a los no cristianos un sentimiento de marginación por escuchar hablar de Dios en términos masculinos, lo que hace es una defensa solapada de su episcopado femenino, sin fundamento de cualquier clase.
Debemos partir de la premisa de que los signos sacramentales no son puramente convencionales. La riqueza sacramental está fundada sobre signos naturales que simbolizan o significan por una natural semejanza: así el pan y el vino para la Eucaristía son signos adecuados por representar el alimento fundamental de los hombres, el agua para el bautismo por ser el medio natural de limpiar y lavar, el aceite consagrado para la unción de los enfermos por ser remedio para numerosas enfermedades, y así cada uno. Esto vale no sólo para las cosas sino también para las personas. Por tanto, si en la Eucaristía es necesario expresar sacramentalmente el rol de Cristo, sólo puede darse una "semejanza natural" entre Cristo y su ministro si tal rol es desempeñado por un varón.
Las iglesias proclives a la ordenación femenina al episcopado, entre otras cosas que no pienso tratar ahora, como aquella que acaricia y hace guiños a Gaia, paseando sus antiguas imágenes en sus templos o sus líderes que consideran que todo camino religioso es válido para llegar a Dios, ya que "todos somos hijos de Dios", farsa que hemos escuchado tantas veces en estos últimos años, no tienen sino el derrotero que ir negando de poco en poco, la tradición de la Iglesia y, por ende, la sana doctrina.
En otras palabras, vivimos en tiempos tan confusos que, para llegar a alcanzar una interpretación clara de las cosas, no sólo basta con saber el qué se dice o el cómo, sino, además, quién lo dice. Desgraciadamente, es cada vez más común la defensa que hacen ciertos líderes religiosos de temas de meridiana claridad en la Escritura, pero que ellos acomodan a su modo de vida y de pensamiento.
Los que vivimos la catolicidad en cualesquiera de sus expresiones, sabemos que para nosotros es de gran importancia la Sucesión Apostólica. De manera que vemos errar a muchas Iglesias en cuanto a declaraciones doctrinales y morales o de otra índole, pero que se escudan en la sucesión apostólica histórica. Esto no es infalible, es una idea equivocada, mutilada y manipulada del asunto.
La Sucesión Apostólica, como la interpretaron los Padres en un principio, no consistía en una línea ininterrumpida de obispos que conecta con los apóstoles y estos a su vez con Cristo; esto es posterior en el tiempo, sino más bien en una permanencia en la enseñanza apostólica recogida en los primeros concilios de la Iglesia Indivisa.
La Sucesión Apostólica se entendía como fidelidad al evangelio y a la doctrina; tal es así que, si bien se guarda celosamente la genealogía episcopal, también es de vital importancia la observancia de la fidelidad a la Tradición verdadera y no adulterada de la Iglesia, sin la cual no puede hablarse de Sucesión Apostólica alguna.
Por lo tanto, toda Iglesia —por histórica que sea— o líder religioso —ostente la jerarquía que fuere—, que incurra en el abandono de la verdad del evangelio y las palabras de Cristo y los apóstoles, de la revelación específica que es la Sagrada Escritura, en el menoscabo de la Tradición y enseñanza de los santos Padres, cae ipso facto de la Sucesión Apostólica y, por tanto, incurre en anatema, invalidándose sacramentalmente y acarreando la ruina y la perdición sobre sí y aquellos que le siguen.
Pudiéramos pensar que se trata, sin temor a equivocarnos, de una infiltración de las sombras dentro de la Iglesia de Cristo, a niveles nunca antes vistos. Aquellos que incurren en la apostasía, sólo tienen un solo camino y es el del arrepentimiento. No obstante, al resto nos queda escudriñar con la ayuda del Espíritu los signos de los tiempos, y estar preparados para hacer defensa de la Fe al precio que fuere necesario. Recordemos a nuestro Señor Jesús cuando nos dijo: "De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama se enternece, y las hojas brotan, sabéis que el verano está cerca". (Mateo 3:2)
La Encarnación del Verbo ha tenido lugar en una Persona de sexo masculino. Es una cuestión de hecho que tiene relación con toda la teología de la creación en el Génesis (la relación entre Adán y Eva; Cristo como nuevo Adán, etc.) y que, si alguien no está de acuerdo con ella o con su interpretación, de todos modos, se enfrenta con el hecho innegable de la masculinidad del Verbo encarnado. Si se quiere, por tanto, tendrá que discutirse el por qué Dios se encarna en un varón y no en una mujer.
Y este Cristo-varón nos enseñó a llamar a Dios su Padre nuestro Padre: "Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Jn 20, 17). Por tanto, nos deja bien claro en tales afirmaciones la manera de cómo llamar, entender y aceptar a Dios en cuestión de género, usando para esto la idea que tenemos los hombres de masculinidad, la cual Él mismo portaba y al ser Imagen de Dios el Padre, queda claro que ambos eran de una misma naturaleza y condición.
Estamos llamados como pastores del pueblo de Dios a cuidar de aquellos que vienen como lobos vestidos de corderos. Este pueblo sacerdotal, en el cual el hombre y la mujer son convocados a servir con amor, no puede caer en los detrimentos actuales que impulsa la Ingeniería Social con su rosario de ideologías nocivas, por cuanto deshumanizantes y, mucho menos, en las ideas promovidas por una religión pagana, contraria a la fe cristiana, revestida de Agenda Verde, que mira al hombre como un parásito. Instrumentos dictatoriales y globalistas que usan las grandes élites para borrar la cultura cristiana y despojar al hombre de su dignidad.
La Iglesia no puede dejarse llevar por los prejuicios que ven en la voluntad de Su Dios y Señor en ser llamado Padre, y en el sacerdocio ministerial, una discriminación de la mujer y paralelamente un enaltecimiento del varón en menoscabo de la misma; tal cosa es una falta de óptica global de la Escritura. No olvidemos que al final, los más grandes en el Reino de los Cielos son los santos; mujeres y hombres que han muerto en la fe de un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. No dejemos tergiversar el lenguaje bíblico con ideas manipuladas; sigamos siempre, por medio de la oración y el estudio de la Palabra, la voluntad del Señor nuestro Dios, que es agradable y perfecta.
Nos encomendamos piadosamente al cuidado del Santo Cristo Peregrino para que nos acompañe en el itinerario de nuestra existencia, de manera que, ya sea en la bonanza o en la adversidad, podamos marchar triunfantes, como Él nos ha dado ejemplo.
Veneremos a nuestro Padre Dios, con las palabras del apóstol San Pablo:
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor, habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia". (Efesios 1: 3-7)
Sea por siempre bendito nuestro Dios y Padre. Amén.
Mons. + Abraham Luis Paula