El Camino Cuaresmal

22.02.2023

La Cuaresma es un Tiempo Litúrgico de los conocidos como "fuertes". Toda la Liturgia de este tiempo tiene como objetivo orientarnos en orden a una cabal preparación personal para aprehender e incorporar el alcance, entidad y contenido, de los misterios pascuales y la agraciada y gozosa celebración de la Vigilia Pascual, promesa cumplida y fundamento de la Fe en Cristo.

Por Cuaresma entendemos el periodo que se abre en el día de hoy, Miércoles de Ceniza, y termina en el Jueves Santo. Ese día la Iglesia conmemora la última cena del Señor con sus apóstoles, antes de ser crucificado. En la medida en que sea vivida en el ejercicio de verdadera conversión, la llegada de la Luz de Cristo en la Vigilia Pascual es acogida con mayor gozo.

El tiempo cuaresmal está condimentado con oración, reflexión de la Palabra, contrición y penitencia, y, por último, sin ser por esto menos importante, las obras de misericordia.

Por penitencia, al margen del propio Sacramento, no debemos entender, exclusivamente, el ayuno y la abstinencia en días tan señalados como el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

En puridad es un concepto o acepción muy amplio, multiforme, cargado de matices y que, por encima de todo, debe adaptarse a la personalidad y circunstancias particulares de cada uno.

Profundicemos un poco más en el ayuno, ese ingrediente cuaresmal que, por experiencia, parece ser aquel que más nos cuesta y muestra de ello es, precisamente, su relegación oficial a sólo dos días del año cristiano.

El ayuno diario es muy recomendable y de larga tradición en el Antiguo y Nuevo Testamento. Naturalmente no sugerimos un ayuno extremo, pero sí, un ayuno comedido, parcial. Todo ayuno limpia, aligera, purifica y eleva, al potenciar la oración, meditación y contemplación del misterio del Dios Trino.

En este sentido resulta muy práctico que cada día prescindamos o reduzcamos, ya sea la ingesta de nuestra dieta habitual o, sustitutivamente, cualquier capricho al que estemos habituados o que disfrutemos de manera recurrente.

En resumen, a través del ayuno nos humillamos ante el Señor, todo acto de rendición ante Dios es en sí mismo un acto de adoración. De la mano de la oración, el ayuno nos obtiene del Señor el poder que se requiere para vencer nuestras debilidades y para perdonar a los demás. Durante la Cuaresma, observado piadosa y conscientemente, puede ser un eficaz recordatorio de las actitudes propias del Tiempo que estamos viviendo.

El ayuno puede y debe compaginarse, de manera espontánea con un incremento de nuestros tiempos de oración, limosna, acompañamiento espiritual, visita a enfermos, y la ineludible frecuencia de los Sacramentos.

Durante toda la Cuaresma y hasta la Vigilia Pascual se prescinde del "Aleluya" expresión ésta de gozoso gozo y exultante alegría en él y por el Señor. Por ser este un tiempo de introspección purificativa, donde los fieles se unen al sentir de los israelitas cuando decían: "¿Cómo podríamos cantar un canto de Yahveh en una tierra extraña?" (Salmo 137:4). La palabra "Aleluya" está arraigada en una expresión hebrea que significa "alabar al Señor", es transmisora de gozo desbordante y por esta razón se omite durante la Cuaresma. 

Son seis los Domingos de Cuaresma. El domingo quinto de Cuaresma se denomina Domingo de Pasión, y el domingo sexto se denomina Domingo de Ramos. Curiosamente observamos que la Cuaresma se "cuela" en La Semana Santa y es que, aunque haya un cambio de nombre litúrgico de la estación, la última semana de Cuaresma comprende desde el Domingo de Ramos hasta el atardecer del Jueves Santo. Entre este último y el de Pascua acontece la Semana Santa.

En la Semana Santa, conmemoramos la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, su entrada mesiánica en Jerusalén, su última cena con los apóstoles, el viacrucis, su cruenta muerte y gloriosa resurrección y todo ello por amor a nosotros y por nuestra salvación.

Entonces, ¿cómo vamos a prepararnos interiormente para acoger con hondura el amor de Cristo?

Para eso está la Cuaresma, hoy escucharemos al profeta Joel decir: "Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos; volved ahora al Señor vuestro Dios, porque Él es compasivo y clemente, lento para la ira, abundante en misericordia, y se arrepiente de infligir el mal" (Joel 2: 13).

Es más fácil, sin duda, "rasgarse las vestiduras" que "rasgar el corazón". El profeta Joel alude a la "dureza de corazón", a la "dura cerviz", al "corazón de piedra". Es necesario, como decía San Bernardo Abad, "...partir el corazón de piedra con la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios: Hágale pedazos y dese prisa a partirle en menudas migajas. Porque no es posible convertirse al Señor de todo corazón, sino haciendo pedazos el corazón" (San Bernardo Abad., Sermón II, "Cómo debemos convertirnos a Dios").

Rasgar literalmente el corazón es sin dudas un acto quirúrgico muy comprometido que puede causar la muerte, sin embargo, puesto que hablamos de este acto en un sentido espiritual, os pregunto, ¿acaso no será eso lo que quiere el Señor de nosotros durante este tiempo cuaresmal?

Jesús nos ha dicho: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,23-24). Por suerte para nosotros, él es nuestro Camino, sí, es en él donde debemos sembrarnos, notemos, "caer", esto puede traducirse como descender, humillarse, abandonarse.

Confiemos plenamente en Cristo, muramos con Él. La Iglesia tiene claras las formas de morir para el cristiano, echemos manos entonces de este Tiempo con todo lo que significa vivirlo, entonces, muertos en Cristo, sin lugar a dudas, resucitaremos con Él.

Os animamos y deseamos una santa y vívida Cuaresma, camino hacia la Fiesta de la Luz.


M. Rvdo. P. José Luis Onsurbe Rubio